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Desde hace algunos meses las jornadas de teletrabajo se han alargado hasta horas intempestivas, en muchas ocasiones contestamos emails durante los fines de semana o tenemos videollamadas fuera del horario de trabajo. Son algunos ejemplos, donde no se respeta el derecho a la desconexión digital de los empleados.

El teletrabajo es una fórmula, cada vez más consolidada en muchas empresas, desde que comenzó el estado de alarma, y son muchos los trabajadores que creen que este derecho se ha vulnerado en muchas ocasiones durante estos meses.

La digitalización trae consigo muchos avances, como por ejemplo el trabajo en remoto, si bien también tiene sus inconvenientes.

El inconveniente mayor ha sido la casi imposible desconexión digital, a pesar de ser un derecho recogido en la LO 3/2018, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales.

La regulación en muchas ocasiones no es suficiente, y para serlo lo interesante es que vaya acompañada de medidas organizativas y operativas para su implantación. En el caso que nos ocupa la regulación en España fija las bases para garantizar la desconexión digital, pero a nivel práctico su ejecución depende de la voluntad de cada organización.

La desconexión digital es un derecho del empleado a no contestar videollamadas, emails, mensajes de WhatsApp u otro tipo de comunicación fuera de su horario de trabajo.

Hablamos de un derecho que está basado en el respeto del tiempo de descanso, los permisos y las vacaciones, además de la intimidad personal y laboral de los empleados.

La ley también recoge la obligación de establecer una política interna de desconexión digital, previa audiencia al representante de los trabajadores, para que garantice.

Estas políticas definidas por las empresas y acordadas con los trabajadores junto con otras como el registro de la jornada diaria y las horas extras favorecen el concepto de la desconexión digital.

Una prolongación de la jornada laboral sin retribución es una infracción sancionable con arreglo a esta norma, al igual que el empleado esté conectado de manera irregular durante los descansos o fuera de la jornada laboral.

Influencias del teletrabajo

Las medidas negociadas entre empresa y empleados deben estar dirigidas hacia un uso razonable de las herramientas tecnológicas, evitando el riesgo de la fatiga informática y la obesidad digital.

La Covid-19 ha fomentado la dificultad en la desconexión. Para mejorar esta situación, el Gobierno aprobó el RDL 28/2020 sobre el teletrabajo, que también garantiza la desconexión laboral.

El Parlamento europeo ha aprobado también una resolución pidiendo a la Comisión que trabaje en una ley para garantizar este derecho en el ámbito del teletrabajo.

Disponibilidad permanente: sus riesgos

Que nuestros empleados no tengan desconexión digital no es un asunto baladí. A mitad de 2020 los profesionales estaban más cansados y un 56% señala que la causa era la conexión permanente, y según Eurofound las personas que trabajan desde el hogar regularmente son más propensas a trabajar por encima del límite máximo de 48 horas semanales y descansan menos de las 11 horas requeridas en días laborales.

El miedo a perder el trabajo y la presencialidad hacen que al trabajador le cueste desconectar. Aunque haya diferencias entre los empleados no debemos confundir responsabilidad profesional con esclavitud digital.

Implementar una nueva cultura laboral

En estos casi dos años el teletrabajo se ha implementado sin una preparación previa. La urgencia hizo que muchos colgásemos el cartel de «siempre disponible«. Más del 74% de aquellos que hace teletrabajo abren su correo fuera del horario laboral, frente al 59% de quienes no trabajan en remoto.

Otra de las consecuencias que más destacan, junto al tecnoestrés, es menoscabar la conciliación familiar y la intimidad, que también influye en la brecha de género.

La clave está en fomentar un entorno de confianza, dar autonomía a los empleados, ayudar a la flexibilidad, marcar pautas de organización y preocuparse por el bienestar de los empleados con planes de salud.

Y el mayor reto en los próximos meses será construir una nueva cultura laboral, es decir cambiar la forma de trabajar.